"I Finally Lost the Weight… But I Lost Myself Too"
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Perder peso es un objetivo común, pero para muchas personas, alcanzar ese objetivo puede desencadenar una crisis de identidad y de salud mental. Más allá del cambio físico, la transformación profunda puede afectar la relación con el cuerpo, la autoestima y la manera en que nos vemos a nosotros mismos, llegando a provocar una sensación de “perderse a sí mismo”.
Para muchas personas, la lucha con el peso no es solo una cuestión física, sino también emocional y psicológica. La comida suele estar vinculada con el consuelo, la gestión del estrés o la construcción de la identidad propia. Cuando alguien logra perder peso, especialmente de forma drástica, puede sentir que ha perdido más que kilos: ha cambiado una parte esencial de sí mismo, enfrentando luchas internas que pueden dificultar la adaptación al nuevo yo.
Según expertos en salud mental, perder peso puede mejorar la autoestima y la imagen corporal en muchos casos, pero también existen riesgos asociados, como la aparición de ansiedad, depresión o trastornos alimentarios cuando no se acompaña de apoyo psicológico adecuado[5][4]. Los cambios repentinos en la apariencia y la dinámica social pueden generar confusión, miedo o presión para mantener ciertos estándares, impactando negativamente el balance emocional.
Para algunas personas, la pérdida de peso puede alterar su sentido de identidad. Esto sucede porque, a lo largo del tiempo, el peso y la forma física se han convertido en símbolos de quiénes son o en barreras percibidas para vivir. Al lograr una transformación drástica, deben reconfigurar esa identidad y adaptarse a expectativas propias y ajenas. Este fenómeno puede generar un conflicto interior donde se sacrifica la confianza y la autenticidad para mantener la apariencia física o encajar en un nuevo ideal.
Un estudio reciente reveló que aunque la pérdida de peso mejora ciertos aspectos del bienestar mental, no garantiza automáticamente una mejor salud emocional. De hecho, situaciones como la obsesión por los números en la balanza o el temor a recuperar peso pueden convertirse en fuentes de angustia[7]. Además, la discriminación y los estigmas asociados al peso no necesariamente desaparecen con la pérdida, contribuyendo a problemas persistentes de salud mental[3].
Las consecuencias emocionales y psicológicas de la pérdida de peso requieren un enfoque integral que tome en cuenta la salud mental y no solo el físico. Equipos multidisciplinarios compuestos por médicos, dietistas, psicólogos y especialistas en ejercicio pueden ofrecer la ayuda necesaria para que la persona mantenga un equilibrio mientras transforma su cuerpo.
Un abordaje profesional puede ayudar a desarrollar nuevas estrategias para enfrentar las emociones y a sustituir antiguos hábitos de alimentación emocional por otros mecanismos saludables. De esta forma, el proceso de pérdida de peso se convierte en un cambio positivo integral, evitando el riesgo de que la persona sienta que pierde a su verdadero “yo”[4][6].
Existe una relación bidireccional entre la salud mental y la pérdida de peso. Por un lado, cuando la salud emocional mejora, es más probable mantener hábitos saludables y alcanzar objetivos físicos. Por otro, un estado mental deteriorado puede sabotear el progreso, generar recuperación de peso e intensificar sentimientos negativos[2][6].
Un estudio con mujeres hispanas con sobrepeso reveló que quienes mantenían o mejoraban su salud mental durante el tratamiento para la pérdida de peso lograban resultados más duraderos, mientras que el empeoramiento de síntomas psicopatológicos coincidía con recaídas en el peso[2]. Esto subraya la necesidad de incorporar seguimiento emocional constante dentro de los programas de adelgazamiento.
Adoptar una mentalidad de crecimiento o "growth mindset" — que entiende que los resultados mejoran con esfuerzo y aprendizaje continuo — puede aumentar la resiliencia ante las dificultades y fomentar la adherencia a metas saludables. Esta actitud permite transformar los errores y retrocesos en oportunidades de aprendizaje, esencial para sostener un cambio real y duradero[6].
El estigma social relacionado con el peso es un factor determinante que agrava los problemas emocionales entre personas que han perdido peso o conviven con obesidad. Lo más revelador es que estudios recientes demuestran que el peso en sí mismo no es el principal determinante del bienestar mental, sino el grado de estigma vivido[3].
Tras una cirugía bariátrica, aunque la mayoría de pacientes experimentan una reducción significativa del estigma, quienes siguen percibiendo discriminación tienen riesgos más altos de depresión, ansiedad y trastornos alimentarios. Por tanto, abordar la raíz social y psicológica del estigma es clave para mejorar el bienestar de estas personas[3].
Reconocer que perder peso puede afectar la identidad y la salud emocional es el primer paso para evitar una crisis personal. Es fundamental integrar apoyo psicológico a lo largo de todo el proceso, aprender a construir nuevas formas de autoestima basada en la salud y el bienestar integral, y fomentar una relación sana con el cuerpo y la comida.
Participar en grupos de apoyo también puede ser un recurso invaluable para compartir experiencias, reducir la soledad y aprender estrategias prácticas para afrontar desafíos comunes. Esta interacción ayuda a recordar que la pérdida de peso no es solo un resultado físico, sino un camino de transformación emocional que debe abordar tanto cuerpo como mente[5].
Perder peso puede ser una experiencia liberadora, pero también compleja desde el punto de vista psicológico y emocional. Muchas personas terminan enfrentando un sentimiento de “perderse a sí mismas” debido a la profunda transformación que implica cambiar la relación con el cuerpo y la alimentación. Para evitar ese costo, es imprescindible un abordaje integral que incluya apoyo emocional, mental y social además del seguimiento físico.
El éxito sostenible en la pérdida de peso no solo depende de reducir kilogramos sino de fortalecer la salud mental y reconstruir una identidad positiva. Solo así, el cambio será profundo y duradero, y la persona podrá recuperarse a sí misma en todos sus sentidos.