I’m on Weight Loss Medication — and I’m Not Ashamed Anymore
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El uso de medicamentos para bajar de peso, como semaglutida (conocida comercialmente como Ozempic o Wegovy), se ha vuelto cada vez más común en la lucha contra la obesidad. No obstante, aún persisten muchas dudas y estigmas alrededor de su utilización, especialmente en relación con su impacto en la salud mental. Este artículo aborda por qué no existe motivo para sentir vergüenza al decidir incluir estos tratamientos en un plan integral de salud, profundizando en sus beneficios, riesgos, y desafíos emocionales.
La obesidad afecta a millones de personas en todo el mundo y suele estar acompañada de complicaciones médicas serias, como diabetes tipo 2, hipertensión y problemas cardiovasculares. Más allá de las consecuencias físicas, esta condición tiene un fuerte impacto psicológico debido al estigma social, la discriminación y los problemas emocionales relacionados con la imagen corporal.
Los medicamentos como la semaglutida pertenecen a una clase llamada agonistas del receptor GLP-1, que regulan el apetito y el metabolismo de la glucosa al imitar una hormona intestinal natural. Aunque inicialmente fueron desarrollados para tratar la diabetes, ahora se usan ampliamente para favorecer la pérdida de peso en personas con sobrepeso u obesidad, debido a su comprobada eficacia para reducir el apetito y ayudar a controlar el peso donde otras estrategias han fallado.
Los estudios clínicos y observacionales indican que la pérdida de peso significativa que estos medicamentos facilitan puede traer consigo mejoras notables tanto en la salud física como en la mental. La reducción de peso está asociada con menos riesgo de enfermedades crónicas y ha demostrado mejorar la calidad del sueño, la movilidad y la energía diaria.
Adicionalmente, diferentes investigaciones muestran que lograr una transformación corporal puede aumentar la autoestima, reducir la ansiedad social y mejorar la percepción de uno mismo. Estas mejoras emocionales no solo derivan del cambio físico, sino también del sentimiento de controlar la propia salud y lograr metas importantes.
Sin embargo, es vital abordar con transparencia que estas medicaciones pueden tener efectos secundarios que afectan la salud mental de manera variable. Algunos usuarios reportan fatiga, náuseas y molestias gastrointestinales que, si se prolongan, pueden impactar negativamente en el bienestar emocional.
Además, aparece un fenómeno llamado “Ozempic Personality” en medios y redes sociales, que se refiere a cambios de personalidad o ánimo tras el uso del medicamento. Existen reportes tanto de personas que experimentan mejoría en su estado emocional como de otros que presentan ansiedad, depresión o incluso pensamientos suicidas.
Por ejemplo, un análisis realizado con una base de más de 3,000 personas en estudios internacionales no encontró un aumento en el riesgo de depresión o suicidio al usar semaglutida comparada con placebo; incluso detectó una leve reducción en síntomas depresivos entre usuarios sin antecedentes severos de trastornos mentales. No obstante, informes de bases globales como la de la OMS advierten de casos aislados de empeoramiento del ánimo o pensamientos suicidas, lo que resalta la importancia de monitorizar la salud mental durante el tratamiento.
La pérdida de peso rápida, más allá del medicamento, puede desencadenar complejas emociones y procesos psicológicos. Muchas personas han utilizado la comida como mecanismo de afrontamiento emocional; abandonar esta estrategia puede dejar un vacío que requiere nuevas herramientas para manejar el estrés y la ansiedad.
Algunas personas pueden experimentar un duelo por la “pérdida” de su relación con la comida, mientras que otras enfrentan dificultades para adaptarse a un cuerpo que ahora perciben como diferente, a veces sintiéndose expuestas o vulnerables después de haber estado protegidas por el sobrepeso. En casos con antecedentes de trastornos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), este fenómeno puede ser aún más pronunciado.
Para quienes optan por la medicación para perder peso, es fundamental un enfoque integral que incluya evaluación y apoyo continuo en salud mental. Consultar con especialistas, especialmente si hay antecedentes de depresión o ansiedad, puede ayudar a detectar y manejar a tiempo posibles efectos adversos.
Es recomendable complementar el tratamiento con:
Sentirse avergonzado o juzgado por usar medicamentos para perder peso puede ser un gran obstáculo para que muchas personas reciban ayuda efectiva. La obesidad es una enfermedad compleja que requiere soluciones multidimensionales. Reconocer que apoyar el peso saludable puede involucrar intervención farmacológica no solo es válido sino necesario para avanzar en la salud pública.
Al compartir historias personales y abrir el diálogo sobre este tema, se reduce el tabú y se promueve una perspectiva más compasiva, informada y científica del tratamiento para bajar de peso. La transparencia sobre los efectos, tanto positivos como negativos, y la invitación a buscar ayuda profesional son pilares para que quienes eligen estos tratamientos se sientan apoyados y sin vergüenza.
El uso de medicamentos para bajar de peso, como la semaglutida, representa una herramienta poderosa dentro de un abordaje integral de la salud. Aunque hay que estar alerta y manejar con cuidado las posibles repercusiones en la salud mental, los beneficios físicos y emocionales pueden ser significativos y transformadores. No hay motivo para sentirse avergonzado al optar por esta vía cuando es parte de un esfuerzo consciente, informado y responsable para mejorar la calidad de vida.