
Uso compulsivo y salud mental en jóvenes: peligro real
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La salud mental de los jóvenes enfrenta una amenaza cada vez más evidente: el uso compulsivo de tecnologías digitales, especialmente redes sociales, videojuegos y dispositivos móviles. Estudios recientes demuestran que esta conducta no solo inicia en la infancia, sino que se intensifica en la adolescencia, impactando negativamente en el bienestar emocional, aumentando la incidencia de ansiedad, trastornos obsesivos compulsivos (TOC) y, en casos extremos, conduciendo a ideaciones suicidas.
En la última década, la penetración de dispositivos digitales en la vida cotidiana ha crecido exponencialmente. Según un estudio de 2025, el 83,3% de estudiantes utiliza redes sociales diariamente, mientras que un 20,5% presenta un uso problemático, definido como aquel que interfiere con su vida cotidiana, estudios y relaciones personales. Este porcentaje es más elevado en chicas (24,5%) que en chicos (16,5%).
La edad media para el primer contacto con contenido digital intenso, incluyendo pornografía, está bajando y se sitúa alrededor de los 13 años. Este fenómeno es preocupante por su impacto psicológico, especialmente en mujeres jóvenes, quienes reportan mayor malestar psicológico ante la percepción de dependencia o exposición no deseada.
El uso compulsivo digital está estrechamente ligado al aumento de trastornos mentales en jóvenes. Un estudio llevado a cabo en universidades de Melbourne y Groningen evidenció que los adolescentes con consumo problemático de redes sociales y videojuegos tienen hasta tres veces más probabilidades de presentar pensamientos e ideas suicidas que aquellos con un uso bajo o controlado.
Estas conductas están también asociadas a una mayor prevalencia de ansiedad y trastornos obsesivocompulsivos, entre los cuales el TOC constituye un trastorno incapacitante en aproximadamente el 1% de niños y adolescentes. El TOC se caracteriza por obsesiones y compulsiones que afectan significativamente la calidad de vida, y en jóvenes puede agravarse por el entorno digital y la presión social ligada al mismo.
El trastorno obsesivo-compulsivo, que incluye conductas repetitivas y pensamientos intrusivos difíciles de controlar, muestra una importante sinergia con el uso compulsivo de las tecnologías. Los jóvenes afectados suelen recurrir a las pantallas como mecanismo para aliviar ansiedad y estrés, creando un círculo vicioso donde la dependencia tecnológica agrava sus síntomas obsesivo-compulsivos.
Lamentablemente, el fácil acceso a contenidos y estímulos digitales estimula rutinas compulsivas, como la revisión constante de redes sociales, juegos y mensajes, que pueden exacerbar la sintomatología de TOC y otros trastornos mentales.
Contrariamente al descenso histórico en el consumo de sustancias como alcohol, cannabis y tabaco entre adolescentes observados en 2025, el uso compulsivo digital crece como una nueva forma de dependencia. Por ejemplo, la encuesta ESTUDES 2025 señala mínimas históricas en consumo de drogas, pero destaca un incremento en la percepción de riesgo asociada a conductas digitales adictivas. Cerca del 67,6% de estudiantes considera perjudicial el consumo excesivo de alcohol en fines de semana, mientras que un porcentaje aún mayor señala los riesgos del uso inadecuado de las pantallas.
El entorno familiar y escolar desempeña un papel decisivo en la regulación y prevención del uso compulsivo. Las familias que establecen límites claros en el tiempo de pantalla y fomentan actividades offline reducen las probabilidades de dependencia. Asimismo, el apoyo emocional y el desarrollo de habilidades de afrontamiento son clave para mitigar factores de riesgo.
En sentido contrario, la falta de diálogo, la exposición sin supervisión a contenidos inapropiados y la ausencia de estrategias de autocontrol contribuyen al desarrollo de usos problemáticos y síntomas de ansiedad o depresión.
El abordaje terapéutico para jóvenes con problemas relacionados con el uso compulsivo digital y trastornos mentales vinculados ha avanzado significativamente. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es actualmente el tratamiento de elección para el trastorno obsesivo-compulsivo y demuestra eficacia en niños y adolescentes.
Una modalidad innovadora es la terapia cognitivo-conductual concentrada (TCC-Co), que ofrece programas intensivos y breves, con notables resultados en la reducción de síntomas en solo un mes, facilitando así el acceso a tratamiento y mejorando la adherencia.
Complementariamente, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) constituyen la base farmacológica para casos moderados a severos, y pueden combinarse con la TCC para potenciar resultados. En situaciones más resistentes, se consideran fármacos adicionales, como antipsicóticos atípicos o clomipramina.
Más allá del tratamiento clínico, es imprescindible implementar programas educativos que promuevan un uso saludable de las tecnologías desde la infancia. Iniciativas orientadas a cultivar la conciencia digital, el autocontrol y el equilibrio entre el mundo online y offline pueden prevenir la aparición de patrones compulsivos.
Asimismo, la educación en salud mental en colegios y comunidades, junto con la formación de profesionales en detección temprana de trastornos, contribuirá a reducir el impacto de estas problemáticas a largo plazo.
El uso compulsivo de las tecnologías digitales representa un desafío significativo para la salud mental de los jóvenes. Su relación con trastornos como la ansiedad, el TOC y el riesgo de suicidio exige una atención especializada multifacética que incluya prevención, intervención clínica efectiva y educación social. La colaboración entre familias, escuelas, profesionales de la salud y políticas públicas es crucial para proteger el bienestar de las futuras generaciones, entendiendo que el equilibrio digital es tan necesario como el desarrollo emocional saludable.