
¿Es el final de la teoría de la mentalidad de crecimiento?
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La teoría de la mentalidad de crecimiento, propuesta originalmente por la psicóloga Carol Dweck, ha sido un pilar en la psicología educativa y el desarrollo personal durante décadas. Sin embargo, recientemente se ha desatado un debate sobre la validez, alcance y aplicación práctica de este concepto, sugiriendo que podríamos estar presenciando el final o una transformación significativa de esta teoría.
Para entender el debate actual, es fundamental recapitular qué es la mentalidad de crecimiento. Según Carol Dweck, existen dos tipos principales de mentalidad: una fija y otra de crecimiento. La mentalidad fija sostiene que la inteligencia y las capacidades son rasgos innatos, estáticos e inmutables, mientras que la mentalidad de crecimiento plantea que esas habilidades pueden desarrollarse mediante esfuerzo, práctica y perseverancia.
Este enfoque ha sido adoptado ampliamente en educación, psicología y en ámbitos de desarrollo personal y profesional como una herramienta para mejorar el rendimiento y la resiliencia ante desafíos. Se ha comprobado que, gracias a la neuroplasticidad cerebral, incluso los adultos pueden adoptar una mentalidad de crecimiento y aprender nuevas habilidades a lo largo de su vida[1][2][3].
Desde su publicación en 2006 en el libro Mindset: The New Psychology of Success, la teoría ha influido en diversas prácticas, desde la gestión educativa hasta entrenamientos deportivos. Los educadores la han usado para motivar a los alumnos a superar frustraciones y lograr mejores resultados académicos, fomentando la idea de que el fracaso no es un límite, sino una oportunidad para crecer[2][4].
Además, la mentalidad de crecimiento se ha convertido en un valor buscado por empleadores, ya que alienta la adaptabilidad, la innovación y la mejora continua, habilidades clave en un mundo en constante cambio tecnológico y laboral[3].
A pesar de sus beneficios, investigaciones recientes y críticas en medios especializados advierten sobre el uso simplificado y, a veces, excesivamente optimista de la teoría. Se ha señalado que la mentalidad de crecimiento no es una solución mágica para todos los problemas y que sus efectos pueden ser más modestos o contextuales de lo que inicialmente se pensaba.
Estas críticas incluyen:
El titular de “fin de la teoría de la mentalidad de crecimiento” debe matizarse. Más que una desaparición, lo que está ocurriendo es una revisión crítica profunda que busca evitar interpretaciones excesivas o erróneas del concepto. La teoría sigue siendo valiosa como marco conceptual, pero se urge a complementar su aplicación con un enfoque más integral que considere aspectos sociales, emocionales y culturales.
Por ejemplo, se enfatiza la importancia de:
Los educadores y profesionales deben tener presente que la mentalidad de crecimiento es una herramienta entre muchas para fomentar la motivación y el aprendizaje. Su aplicación debe ir más allá del discurso motivacional y enfocarse en crear ambientes de aprendizaje que verdaderamente apoyen la exploración, el error productivo, la resiliencia emocional y la colaboración.
En el ámbito laboral, esta reflexión invita a las empresas a revisar sus estrategias de desarrollo y capacitación, promoviendo no solo cambios de mentalidad sino también condiciones laborales que permitan el desarrollo sostenible y real de competencias en los colaboradores[3].
El desafío actual es integrar lo mejor de la teoría de mentalidad de crecimiento con hallazgos recientes en psicología, neurociencia y sociología para crear un modelo más realista y eficaz. Esto implica reconocer que, aunque la voluntad y el esfuerzo son cruciales, las capacidades humanas están influenciadas por múltiples factores interrelacionados y que el apoyo social y estructural son elementos imprescindibles.
Por ejemplo, se aboga por un enfoque que incluya:
La teoría de la mentalidad de crecimiento no ha muerto, pero sí está en una etapa de reconstrucción crítica y necesaria. Su valor radica en haber puesto en evidencia el poder del esfuerzo y la plasticidad humana, pero ahora demanda una comprensión más matizada que incorpore factores externos y contextuales para garantizar un impacto verdadero y duradero en educación y desarrollo personal.